Mi vida. Cuando pienso estas palabras veo frente a
mí una explosión de luz, continua como lava de volcán. Por la distancia que nos
separa sospecho que es apenas unas horas más joven que yo. Y si bien me alejo
–inevitablemente- cada día un poco más, su brillo permanece inmutable; tal vez me esté
acercando al alejarme. Por la noche, cuando me desvelo y acabo asomado al
balcón de una casa, alcanzo a verle algunas formas: la luz, en realidad, es un estanque;
los rayos estallando alrededor, en realidad, son cometas. Los cometas visten
rostros, el estanque es un niño.