Pero claro que sí nena, ¿o qué te pensabas? yo
empecé así, como vos, pateando; claro que ahora ya no me da el pelaje, pero
igual me quedan clientes, eh, no te creas. Yo más bien trabajo con
clientela fija, ¿viste? Por suerte en algo paga tener más años, a mi edad
ya no tenés que andar silbándole a cuanto mugroso te pasa cerca. ¿Pero te
parece, Chiche? Mirá a esta. Y después se quejan de que hay malaria. A ver,
paráte y enderezá la espalda nena, que ahí sentada con los rollos asomándose
por todas partes no te va a levantar ni un abuelito. Paráte y caminá un poco al
menos pa` que te vean moverte. ¿Te parece, Chiche? Esta viene y se sienta ahí
toda encorvada a esperar como si tuviera el cuerpo de una de veinte. ¡Dios mío!
¡Las cosas que hay que ver! Yo me pasaba el día entero pateando hasta terminar
con los pies así de hinchados mirá, A-SÍ. Y éstas ahí sentadas. Y después
quejándose que no hacen dinero y que en Europa es verso eso de que se gana
bien. ¡Dios mío che! Llevo más de
treinta años en el oficio y todavía no hay día que no me sorprenda una
compañera. Como para que después no me vengan las maridas con el cuento ese de
que somos putas porque somos vagas. ¡Como pa´ contradecirlas! Si mirá la otra,
recién llega fresquita de su día libre y se pone ahí en el taburete contra la
pared a huevear con el teléfono, ¿te parece? ¡Increíble! Decime vos Chiche,
decime vos que sos una vieja loba como yo, si no es un laburo que hay que
cascársela duro si una quiere vivir de esto. Es así, esto es FRE-GA-DÍ-SÍ-MO como dicen en tu país,
¿no? ¿Así dicen allá de donde venís vos, no? No, si yo sé. Porque te cuento, yo
tuve un cliente peruano cuando todavía vivía en Buenos Aires que era un amor,
tan calladito y correcto el morocho que tendrías que haberlo conocido, ¡hubiera
sido un esposo perfecto para vos! Eso sí, era un calentón el petizo. ¡Ja! No,
un señor es lo que era en realidad. Lo tenía cada domingo ahí clavadito, pa` mí
que era la soledad lo que lo traía, aunque no sé, porque era medio escritor
también el petizo. Y yo lo inspiraba, o así me decía. No sé, de esto hace
tantos años ya que ni me acuerdo. ¡Silviaaa...Tu Vergas Llosa! - me decía Javier cuando le abría la puerta del
departamento y lo veía ahí con las manitas en los bolsillos y la mirada de
perro mojado. Y el otro pobre no le decía nada, para qué, se quedaba ahí
sentadito en el sofá hasta que venía yo a buscarlo. Y quién lo diría, después
era tan entretenido. ¡La pasábamos de bien! ¡Ay Dios, cuántos años hace de esto!
No sabés como levantaba plata en esas épocas, uff, no si te digo, yo era un
bomboncito y tenía un lomazo, además en el país había guita. En fin, después se
fue todo a la mierda y me vine a Europa; primero a España y después cuando ya
me puse vieja me vine acá.
Sí, discúlpame. Me desvié otra vez. Te
decía, el Jorge es buen tipo. Acá en Ginebra lleva muchos años en esto. Mira,
si yo llegué en el dos mil dos y Jorge ya era conocido acá en el barrio.
Primero estuve en el Ananá pero por suerte el Jorgito me tomó y me sacó de ese
cuchitril. Es de confiar, nena, en serio, hiciste bien. Sacáte esa carita de
asustada. Te juro, es la lotería, dónde viste que te hagan contrato, trabajes
ocho horas diarias y encima tengas dos días libres, ¡hasta jubilación
tendremos! Si te portás bien, claro. No, si te digo, éstas parece que se
olvidan rápidamente de dónde vienen y el tesoro que tienen entre las manos. ¿De
dónde eras vos me dijiste? ¿De Honduras? Ay tenés una carita tan linda y te ves
tan pichoncita todavía, no te preocupes.
En serio, si haces las cosas bien con
el Jorge vas a ver que los clientes son tranquilos. Vienen, pagan, hacen lo
suyo, nunca un problema. Eso sí, huelen horrible. ¡Ja! A veces extraño a mis
clientes de Buenos Aires, borrachos perdidos, más locos que una cabra, pero
todos limpitos, che. Acá te llegan a veces con ese olor a humedad que parece
que se pasaron el invierno entero adentro de un cajón. En serio, no sabes la de
chicas que quieren venir a trabajar acá, se matan porque alguien las traiga, y algunas
hasta se mandan solas nomás, pensando que acá hay lugar pa` todas. Así que
escucháme, vos te tenés que sentirte importante, chiquita, si el Jorge te trajo
es porque venís bien recomendada de algún bulín…limpita, sin vicios. Eso sí,
Isabel, eras Isabel ¿no? acá todas nos echamos una mano. Es ley entre nosotras.
Te estoy aturdiendo, ¿no? Pobrecita ni
abriste la boca desde que llegaste, ¿cuánto llevás acá? Tres días creo que me
había dicho el Jorge, ¿no? Ay pobrecita, si tenés una carita de cansada, che!
Chiche, prestále un poco de pintura a esta nena, hacéme el favor. Yo sé que no
se duerme bien las primeras noches, chiqui, pero tranquila que una se
acostumbra a todo. Bueno, mirá, vos como sos nueva vas a estar de la lavandería
para allá, hasta la esquina del Perfum de
Beirut, ¿lo ves? Y sí, las otras chicas tienen derecho al cruce con la
avenida, pero vos no te preocupes, que dentro de un par de meses si el Jorge
trae más chicas, a vos seguro que te pasa a la avenida. No parás de fumar vos
che, ¡ja! Desde que llegaste que no te he visto sin un pucho en la boca. Pobrecita,
si estás recién aterrizada de la selva, mirámela Chiche, mirále los ojitos de
cansada, ¿son los nervios de que no hablás francés? Tranquila nena, no lo
necesitás Eso sí, tenés chicle, ¿no? No vas a ir a hablar con el tufo pastoso a
pucho y estómago vacío. Escucháme, cualquier cosa acá estoy. Más tarde cuando
baje el sol nos juntamos si andas todavía suelta y nos tomamos un café con
leche, te lo invito yo ¿te parece? Dale, sacáte esa carita y andá. ¡Suerte,
pichona!
Publicada en esQuisses: http://www.esquisses.net/2016/04/asi-lo-oyo/
No hay comentarios:
Publicar un comentario