Realmente la había cagado, a veces no
puedo evitar decir lo que pienso. Luego duermo y al despertar me siento un
estúpido irremediable. El caso es que desperté y salí corriendo hacia su casa. Encontré
la puerta sin llave y al entrar escuché mi nombre. Decía algo como así es
Santiago Salgado, un pavorreal presumido y tonto, y sus poemas, su agotadora
danza de amor hacia mí. Pero ya no lo amo, anoche murió para mí (así lo dijo). Se puede conquistar una
muchacha con un poema, pero no retenerla con un poema. Vaya, ni siquiera con un
movimiento poético.
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