Sin embargo lo que es una evidencia en todos los paisajes generacionales es
el poder de la Palabra. Mire arriba o abajo, yo sólo me siento pagado cuando
miro hacia adelante y lo que veo es una pantalla en la que van apareciendo mis
letras, que a la vez van formando palabras, y luego oraciones destartaladas,
pero poco a poco, ensayo a ensayo, van fundando una literatura. Y ese es mi gran
regalo, mi mayor satisfacción…y mi mayor consuelo frente a los tesoros
literarios de las nuevas y viejas generaciones. Allí en medio estoy yo,
pequeñito, lejos de todos ellos e incluso de los poetas de mi generación.
Sentado en un escritorio que nunca es el mismo, ni tampoco lo es el paisaje que
tengo en frente. Soy un escritor de literatura portátil y miembro de la
generación Shandy, una generación
ajena a edades y fechas, más bien un movimiento de escritores unidos por un
espíritu innovador, sexualidad extrema, ausencia de grandes propósitos,
nomadismo infatigable, tensa convivencia con la figura del doble, y simpatía
por lo absurdo.
Mi literatura busca
hablar de un mensaje codificado para maquinas solteras que escriben por allí,
en algún lugar del mundo. Voy robando intenciones generacionales para contagiar
mi estilo y mantenerlo liviano, seductor, y portátil; cultivando siempre el
arte de la insolencia.