14.10.12

Cuando no te veo

No le llevó mucho tiempo deducir que sus padres estaban dispuestos a averiguar, como sea, qué era lo que hacía cuando no lo veían. El adolescente sabía oler los tejes de sus padres y en seguida supo que su madre había comenzado a seguirlo cuando salía del colegio. Al principio le provocaba gracia que lo subestimasen de esa manera, y le divertía jugar a crear un adolescente a la medida de las pretensiones paternales.
 
En lugar de caminar desinteresadamente, como lo hubiera hecho de estar solo, había resuelto pasar las tardes de persecución metido en los videos juegos de su barrio y quedarse allí hasta que su madre se cansase de espiarlo desde el café de enfrente. A pesar de que no había sitio que le aburriera más que aquel, no se le ocurría otro lugar normal donde una madre como la suya no se sorprendería de encontrar a su hijo de quince años. Así pasó una semana, aburrido entre chicos de su edad metiendo moneda tras moneda en las máquinas y las miradas y cabeceadas bruscas de su madre a veinte metros. Cuando por fin se daba por satisfecha y se marchaba, el adolescente emprendía entonces su vagabundeo habitual por las calles de la ciudad y los negocios de música, libros y tatuajes.
- ¿Cómo puedes estar toda la tarde metido con esos videojuegos?, le preguntó la madre al cabo de unos días mientras cenaban.
- ¿Cómo sabes que estoy en los videojuegos si nunca te he dicho a donde voy?, contestó sin levantar la mirada del plato.
- Bueno, supongo que es el sitio donde están metidos los chicos de tu edad hoy en día, ¿no? Así quedan después, incapaces de comunicarse, todo el día interactuando con un monitor. No entiendo por qué no se les da por hacer deporte o reunirse a jugar en una casa en lugar de estar metidos ahí adentro como zombis.
Su padre permanecía con el mismo aire distante con el que se desentendía de cualquier asunto familiar; con la mirada perdida en el televisor o en el periódico del día, se limitaba a suspirar cuando le preguntaban donde suponía él que andaba su hijo todo el día desde que salía del colegio y hasta que regresaba a la casa a la hora de la cena. A veces, ante la insistencia de su mujer, respondía preguntando por los resultados de los últimos exámenes y las notas del colegio.
- ¿Ves? con esas notas seguro que debe estar metido en alguna biblioteca estudiando, sino ya me dirás cómo lo hace, le refutaba mientras paseaba la mirada del televisor a su mujer, una y otra vez, ida y vuelta.
Al cabo de unas semanas, el joven se enteró de que sus padres le habían puesto un investigador privado para seguirle los pasos. Algo fastidiado ya por el asunto, decidió entonces responder con la misma carta y averiguar, a través de un detective que él también contrató, quiénes eran esas dos personas cuyas voces eran siempre juiciosas.
Tras dos semanas, un domingo al mediodía después de un almuerzo silencioso, mientras el joven recogía la mesa y su madre preparaba café y té, el padre llegó desde el pasillo abriendo un sobre marrón con fotos que parecía haber llegado por correo postal. La primera que lanzó sobre la mesa sin decir ni una palabra, mostraba a su hijo fumando un porro junto a su bicicleta en una fábrica abandonada de las afueras de la ciudad. Ante el silencio del joven y la mirada juiciosa de su padre, la madre tomó la posta y continuó sacando mas fotos en las cuales, esta vez, aparecía robando una botella de whisky de un supermercado con dos amigos. Siguieron apareciendo más fotos en las que ahora besaba a una chica en el parking del mismo supermercado. Finalmente, las últimas en ser puestas sobre la mesa, y las que hicieron que la madre se llevase el pañuelo a la boca y con voz rota dijera: - ¿por qué, eh? ¿Me puedes explicar qué necesidad tienes de hablar con esa gente?, mostraban al adolescente conversando con un vagabundo en una de las calles de atrás de la estación de tren. En algunas aparecía riendo y en otras parecía estar llorando mientras el vagabundo lo abrazaba. -¿No sabes que esa gente está enferma? Te pueden robar, lastimar o incluso...incluso, ya sabes que suelen ser pervertidos.
El joven no dijo nada. Miró a sus padres aguantándoles por vez primera la mirada mientras en su cara se leía un gesto de vergüenza ajena. Sin hablar fue hasta su cuarto y trajo él también un sobre marrón y un video.
-¿Por dónde empiezo?, dijo apoyando el material sobre la mesa y llevándose ambas manos a los bolsillos traseros del pantalón-. Bueno, tal vez todo a la vez es mejor. Su madre miraba desconcertada al padre quien vestía la misma cara inexpresiva de siempre.  
Entonces el adolescente puso el video en el reproductor y mientras éste se cargaba comenzó a sacar fotos del sobre. En las primeras apareció su madre, sola y adentro del coche, con un bolso sobre la falda y ambas manos en el volante mientras lloraba estacionada en la puerta de entrada de la casa. Por encima de ellas cayeron otras dos donde el padre aparecía en lo que debía ser un burdel y con una mujer semidesnuda sentada en sus piernas. Sin pausa arrojó una foto en la que aparecía nuevamente el padre, esta vez sentado en una mesa de un café cerca de su oficina y  también con una mujer, aunque ésta no era mucho más joven que él y ambos estaban tomados de la mano mientras se miraban fijamente. El video comenzó a correr y apareció la madre filmada desde atrás caminando con una amiga mientras conversaban sobre la hipocresía de los políticos socialistas y la falta de mano dura con los inmigrantes. Criticaban a una amiga en común, la mujer de Vallés, quien tenía una mini empresa en negro de empleadas domesticas sudamericanas sin papeles y que, según contaban, cobraba una comisión a sus amigas ya que aseguraba que eran empleadas decentes y no robaban. - Además, si no te gusta, las puedes despedir sin finiquitos ni follones administrativos, se la escuchó decir a la madre.
Por último aparecían ambos padres a la salida de la misa del domingo pasado junto a los Vallés mientras proponían hacer una cena aquella semana y así festejar la reciente promoción en la empresa.
- Tengo curiosidad. Cuando van a misa, ¿rezan por mí o por ustedes?, preguntó el adolescente que ya hacía años se había negado a acompañar a sus padres a la iglesia.

1 comentario:

  1. Excelente. Creo que de todos este cuento es el que tiene un final cerrado, pensado. Me super gustó!!!!!!!

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