27.3.15

El poeta que un día no tenía versos.

En los senderos no transitados,
en la vegetación que crece en los márgenes de las charcas,
fugitivo de la vida ostentosa,
de todas las normas promulgadas, de los placeres, ganancias, convenciones
a los que durante mucho tiempo he ofrecido sacrificios para alimentar mi alma,
son claras para mi ahora las normas aun no promulgadas,
es claro para mí que el alma,
que el alma del hombre por el cual hablo se regocija aquí, solo, lejos del bullicio del mundo,
para regalarme el verso que ahora les canto
desde una fisura en el océano
(enorme masa de agua que también es mía, pues respiro bajo el agua).

¿Quién es misterio y duda? ¿Quién el salto al vacío?
¡Ese soy yo!
¡y también soy todos ustedes!

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

Soy hombre y agua rodando por la ciudad,
soy plástico, ladrillo, brea, madera, y tela secándose al sol,
soy lo que callo y también el camino que invento cada día,
soy los ojos que vienen llegando,
la luz de la mañana a través de mi cortina desteñida,
y también soy las partículas de aire que flotan en mi cuarto,
y los trocitos de mí que recojo al despertar.
Los gatos llegan a mi puerta,
se trenzan entre mis piernas desnudas para recordarme que los debo alimentar,
Pero….y si no los alimentara, ¿acaso seguirían viniendo a mí?
Y si no te amara, ¿acaso me seguirías eligiendo?

Soy el recorrido incansable de mi conmoción,
Soy mis sentidos…. sí, eso soy por encima de todo.
Y también soy el asfalto de la mañana, el cielo azul del mediodía en la ruta, y el bostezo de la noche que me engulle,
y al cual le alzo los brazos como un niño.
Soy ira, rabia, fuerza y furia. Soy grito aullador.
No soy violencia,
ella no me puede reconocer,
mi cuerpo nunca la ha convocado, y si un día me encontró,
me atravesó como un cardumen,
pues yo además floto, bajo el agua, sobre el aire o en la ciudad nocturna.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

A todos ustedes acepto, porque en todos me reflejo,
quien se acerca y quien me observa de lejos,
en ambos estoy yo.
No hay nada ni nadie que pueda evitar mi vagar,
yo no construyo ni intento recordar quien fui, no asumo grandes responsabilidades, ni tengo mayores ambiciones,
yo reduzco todo a una simple forma de existir,
imitando un tronco en la corriente,
un gorrión en la ciudad.

Yo no envidio al sol, pues sus rayos solo abrazan la superficie,
yo ilumino lo que existe bajo tierra.
No admiro a la luna, cuya luz es vencida por el alba,
yo vivo el día con la luna en la mirada.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

Y voy cantando mi canción,
Inventando la palabra, escribiendo el libro
que hoy empieza a existir gracias a mi soledad y a mi silencio,
gracias a estas manos que hacen de tripas corazón y palabras ordeñan,
Yo soy el poeta que escribe, rescribe, se enfada, se frustra, y mira por la ventana
orgulloso cuando marca el punto final.

Yo soy el poeta que sale a la calle con las hojas bajo el brazo, recién nacidas,
dejándolas por los rincones de la ciudad.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.