Mostrando entradas con la etiqueta Poesía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Poesía. Mostrar todas las entradas

25.11.16

Dory

I've walked the streets or at least I've walked.

The girl, the woman, all yelling from the end of the bar. Her gaze lost in the gay noise. There's Mike serving drinks with glasses that trick or treat. There's a friendly crowd waiting for the stranger, waiting for me. There´s me.

Where am I? What is this place? ... I like your cardigan.

Now I'm here. At the end of the night I´ll ask: Can I please get a glass of water? Is there a taxi stop near by?







27.3.15

El poeta que un día no tenía versos.

En los senderos no transitados,
en la vegetación que crece en los márgenes de las charcas,
fugitivo de la vida ostentosa,
de todas las normas promulgadas, de los placeres, ganancias, convenciones
a los que durante mucho tiempo he ofrecido sacrificios para alimentar mi alma,
son claras para mi ahora las normas aun no promulgadas,
es claro para mí que el alma,
que el alma del hombre por el cual hablo se regocija aquí, solo, lejos del bullicio del mundo,
para regalarme el verso que ahora les canto
desde una fisura en el océano
(enorme masa de agua que también es mía, pues respiro bajo el agua).

¿Quién es misterio y duda? ¿Quién el salto al vacío?
¡Ese soy yo!
¡y también soy todos ustedes!

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

Soy hombre y agua rodando por la ciudad,
soy plástico, ladrillo, brea, madera, y tela secándose al sol,
soy lo que callo y también el camino que invento cada día,
soy los ojos que vienen llegando,
la luz de la mañana a través de mi cortina desteñida,
y también soy las partículas de aire que flotan en mi cuarto,
y los trocitos de mí que recojo al despertar.
Los gatos llegan a mi puerta,
se trenzan entre mis piernas desnudas para recordarme que los debo alimentar,
Pero….y si no los alimentara, ¿acaso seguirían viniendo a mí?
Y si no te amara, ¿acaso me seguirías eligiendo?

Soy el recorrido incansable de mi conmoción,
Soy mis sentidos…. sí, eso soy por encima de todo.
Y también soy el asfalto de la mañana, el cielo azul del mediodía en la ruta, y el bostezo de la noche que me engulle,
y al cual le alzo los brazos como un niño.
Soy ira, rabia, fuerza y furia. Soy grito aullador.
No soy violencia,
ella no me puede reconocer,
mi cuerpo nunca la ha convocado, y si un día me encontró,
me atravesó como un cardumen,
pues yo además floto, bajo el agua, sobre el aire o en la ciudad nocturna.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

A todos ustedes acepto, porque en todos me reflejo,
quien se acerca y quien me observa de lejos,
en ambos estoy yo.
No hay nada ni nadie que pueda evitar mi vagar,
yo no construyo ni intento recordar quien fui, no asumo grandes responsabilidades, ni tengo mayores ambiciones,
yo reduzco todo a una simple forma de existir,
imitando un tronco en la corriente,
un gorrión en la ciudad.

Yo no envidio al sol, pues sus rayos solo abrazan la superficie,
yo ilumino lo que existe bajo tierra.
No admiro a la luna, cuya luz es vencida por el alba,
yo vivo el día con la luna en la mirada.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.

Y voy cantando mi canción,
Inventando la palabra, escribiendo el libro
que hoy empieza a existir gracias a mi soledad y a mi silencio,
gracias a estas manos que hacen de tripas corazón y palabras ordeñan,
Yo soy el poeta que escribe, rescribe, se enfada, se frustra, y mira por la ventana
orgulloso cuando marca el punto final.

Yo soy el poeta que sale a la calle con las hojas bajo el brazo, recién nacidas,
dejándolas por los rincones de la ciudad.

Yo soy el poeta que un día no tenía versos.


 

19.12.14

¿Por qué tres?

Escribió, luego pensó / No te atrevas / Pensar es detenerse / Andar es acción / Atravesaron la ciudad / Pasado, presente, futuro / Los detectives salvajes / Como fruta fresca / No encontrar nada / Búsqueda sin intención / Café con leche / Acatar la ley / Sin obra concluida / ¿Hasta cuándo aguantar? / ¿Y luego qué? / Encender la vela / Apagar la luz / ¿Qué estará haciendo? / Ir perdiendo ciudades / ¿Por qué tres? / De tanto tirar / Por no tener / Sin ánimos de lucro / Ave María Purísima / ¿Quién es ella? / Sin pecado concebido / Viernes de madrugada / Lunes de hastío / Veo tu cara / Vida de perros / Hacer el amor / Desde que partió / Nada es igual / Y sin embargo /Cuando me levanto / Sino me acuesto / Lágrimas de cocodrilo / El brazo político / Sin los demás / Plantas de interior / Libros sin leer / ¿Y si no? / No puedo evitarlo / Padre y madre / Hijos sin hijos / La isla perdida / Ya está bien.
 

20.9.13

Sítis


Ginebra, en invierno y con besos. 
Barcelona, en verano y con risas.
Buenos Aires, en primavera y sin prisas.
Nueva York, en otoño y sin retorno.  

9.7.13

Ese soy

Silbido, soplido, sonido, ¡socorro!, susurro, solidario, sumario, seco, sarampión, shhh (¿será?), salidas, sirenas, senil, silvestre, sesenta sastres siguen sin seda, ¡Sí! Sin-se-da, ¿Simón soltero? ¡Sinvergüenza!, sin sermones Sor Sabor, salidera salada, salto, sorteo, suave, seis, seis, seis.

Saturday/Sunday/solitude/Somerville/some/summer/slavery. -Sorry so soon? –Somehow stay simply savage.

Sonaderos sin sortijas, sabores simples saliendo sobre sartenes, ¿serpientes serenas silbando serenatas?, sapos sorpresivamente sanguinarios, soltura, suturas, sol saliente, sorbetes sonrientes, ¡separación salame! sardinas sin sal, sábados sin slips, salvar salvavidas, socios sucios, sofisticadas sociedades suizas sin satisfacción, sarcasmo salpicando sangre…¡Señor Sebastián Salvador, si serán salvajes sus sonidos!
 
 


14.6.11

Los puntos sobre las ies

 
Un vaso de agua derramado sobre la arena. Dos pájaros jugando con corrientes de aire sobre un cielo gris. Los ojos que ven pasar el día por la ventana de una oficina. Los labios que se suspenden cuando desgastan tu vientre cálido. La lluvia de martes por la tarde bautizando la colilla en el andén vacío. Manotazo de ahogado. Un cuadro de San Jorge en el tabique del salón. Un tren detenido en el campo. Una oficina pública y ojerosa. Un reloj pernoctando en el cajón. Un perdón que no olvida. Un resentimiento sin memoria. El llanto caprichoso de un niño. Unos ojos que observan, una boca que se atrofia con el tiempo, un par de oídos como únicos jinetes capaces de soportar el galope del tiempo. Un puente sin pasamanos. Un ayer siempre ayer. Una costumbre incapaz de amanecer dos veces en un mismo lugar. Un moretón. Un rinoceronte. Un parque de madrugada. Un anillo en la tubería. Un inquilino moroso que despierta compasión. Un eterno insatisfecho. Un verano de uñas largas empuñadas a un calendario que lo empuja hacia el recuerdo. Una mosca zumbando en la cabeza. Una cerradura filtrando campos de luz en la montaña. La memoria. Los espejos sucios. Los períodos de ausencia. Una mochila olvidada en la estación. Un tumor. Un patín. Una cresta sin cabeza. Dos días, de frente y de reverso. Una noche. Mil insomnios. Una carta ya obsoleta. Una llamada fumando. Un mapa. Una ciudad. Un yo. La costa. El agua. El tiempo masajeándome las piernas.

6.5.11

A las palabras se las lleva el viento




Porque un día me desperté y al verme de cerca pude percibir las grietas de mi respiración. Con el aliento del mediodía en la piel regresé la vista para poder dibujar el camino hacia adelante; y fue en esa larga e instantánea mirada hacia los años encarnizados, donde tan solo encontré una piedra sobre la que sentarme a contemplar una ciudad en ruinas. Mi ciudad en ruinas. Bombardeada y humeante, tapada con el abrigo del silencio, abrumadora y llena de escombros que no convidaban optimismo. Y lo que es peor, algo en mi cabeza me susurró a través de un hilo de voz la evidencia de que ahora todo dependía de mi voluntad. De mi deseo de querer reconstruir o dejar todo tal cual para volver a sentarme y contemplar desde mi piedra. Dejarme.
Porque fue ante la anchura de ese paisaje durmiendo a los pies de mi mirada que no puede más que afirmarme y dejarme atravesar por lo que veía con los ojos y sentía con las tripas. Primero fue el pánico al que abracé, porque siempre nace cuando hay incertidumbre. Y luego fue una risa incontenible y nerviosa que llegó de la mano de la aceptación.
Si fuera fumador habría encendido un cigarrillo, le habría dado una fuerte calada y habría dejado que el humo me empape profundo. Pero tan solo me froté las manos, no para darme calor sino como expresión de lo que por dentro navegaba. Me comí una nuez azucarada que guardaba en el bolsillo, de un café en un hotel. Y así, con el paladar pastosamente endulzado y el alma incierta por lo que habría allí a donde iba, extendí mi brazo lo más que pude, abrí mi mano deshollinadora y allí la hundí, en la memoria del pasado. En ese sitio donde alguna vez vivió todo lo que ya no existía. 
Y fue en esa larga mirada hacia lo ya sucedido, que mis dedos revolvieron cautelosos, luego curiosos, y ansiosos al final porque nada lograban tocar. Eso sí, consto que los ojos de mis dedos lo vieron todo, y fue entonces que, trastornado por esa pequeña dicha, llegaron mil imágenes a mis escasos diez ojos. 
Aparecieron rostros de amigos y amigas que viajaban montados en relojes que goteaban horas sobre bosques de arenas movedizas. En el cielo y lejos de mis dedos, amparándome del sol que me  obnubilaba, vi los castillos sin techos que junto con las nubes viajaban a un mismo ritmo pasivo por un cielo celeste y limpio. Mis dedos se estiraron para tocarlos pero fue en vano, todo era –simplemente- visual. 
Vi una playa de arenas sin mar cubierta de espuma salada y juzgué por las cascaras de su esponjosa piel, que llevaba tiempo seca a pesar de conservar su blancura incorrupta. Seguí viendo y oí el bramar de una cascada a mi derecha, alta y solemne, vestida con la presencia de lo que es majestuosamente imponente. Sobre el lomo de su caudal caían desde lo alto el sinfín de cuerpos desnudos que alguna vez imantaron cada uno de mis sentidos. Caían sonrientes y con la expresión inconfundible del placer en la piel. Pero al caer en el lago que abajo los esperaba, en la espuma vaporosa del agua golpeando agua, se dibujó tu rostro. 
Vi en las gotas de vapor que dormían en el aire claramente aparecer a tus labios de mandarina, cincelados en tu tierna y suave cara de niña. Con solo ver tu rostro te recordé entera y dibujé en mis pensamientos a tus manos torpes y naturales. Siempre hechiceras de mis ojos. Y fue ahí cuando reviví la certeza de que si no enloquecí de desesperación en todos estos años, fue porque siempre encontré alivio en el recuerdo de tu rostro y tus manos.
Hacia el horizonte, allí donde todas las imágenes ya son una manta de colores fundidos. Donde se hace sentir la falta de formas que presidió justo antes de que la ciudad cayera, logré ver venir al león que siempre oí respirar a mis espaldas. Cruzaba el pasto con sus alas abiertas de par en par y la mirada fría de los felinos. Lo vi lejos. O tal vez lo imaginé. Tan solo se que sentí su presencia más cerca que a su cuerpo.
Porque de todo esto que vi al observar hacia atrás nada logré tocar. Porque al sacar mi mano de aquellas ruinas visuales –encrespada por la voracidad de la hoguera que se encarna al mirar atrás y no encontrar nada- hallé mis dedos manchados de tinta y entonces un profundo suspiro saltó de mi boca. 
Escapó. Esperanzó.
Porque a las palabras se las lleva el viento. Porque a las palabras se las mira pero no se las toca. Porque aquello que entra por los ojos no llega nunca al corazón y aquello que entra por el corazón no lo ven nunca los ojos. Por ese mar de tinta al que siempre le sopló el mismo viento. Por eso existen hoy estas palabras y esta intención de que entren en otros ojos y entonces así, tal vez logre yo tocarlas.